Abismo Infernal
En las profundidades del abismo infernal, cada rincón está diseñado para quebrar la voluntad del jugador. No hay terreno seguro, ni respiro para los incautos. Todo en este lugar está vivo… y quiere verte muerto.
Criaturas abismales emergen de las sombras con una ferocidad implacable. Estas entidades oscuras, retorcidas por la corrupción del inframundo, acechan con tácticas impredecibles y una astucia salvaje. Algunas, bajo la influencia directa del abismo, sufren mutaciones que las convierten en enemigos aún más formidables, obligando al jugador a adaptarse constantemente si desea sobrevivir.
Pero la amenaza no termina con la fauna. La propia flora del abismo representa una trampa mortal camuflada con belleza. Plantas retorcidas, flores que seducen al ojo y raíces que serpentean bajo tierra esperan pacientemente a su próxima víctima. Lo que parece inofensivo puede ser tu perdición.
En este entorno, cada paso es un riesgo calculado, y cada decisión, un arma de doble filo. La supervivencia no es un derecho: es un premio que se gana con astucia, reflejos y sangre.
Curación: La sangre como recompensa
En el abismo, curarse es un privilegio… y un riesgo. Los recursos para restaurar vida o escudo son escasos, corruptos y peligrosos de usar.
Absorberlos requiere inmovilidad total: cualquier daño o movimiento interrumpe el proceso, obligando al jugador a decidir entre exponerse… o avanzar herido.
Pozas de Sangre: El don corrupto de la vida
Las pozas de sangre coagulada permiten recuperar vida, pero solo si el jugador permanece inmóvil y no recibe daño durante el proceso.
Son raras, viscosas… y su uso, lento y arriesgado.
Una decisión mal tomada puede costar la vida.
Curarse en el abismo exige sangre fría.
Cerebros Orgánicos: El escudo en la carne
Los cerebros orgánicos, incrustados en la carne viva del abismo, permiten regenerar el escudo del jugador, siempre que no se mueva ni reciba daño durante la absorción.
Son grotescos, vitales y profundamente inquietantes.
Curar el alma en el abismo cuesta lo mismo que curar el cuerpo: exponerse.
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